4 de septiembre de 2008

LA MUERTE A TRAVÉS DE LA VENTANA

Hoy me levanté como siempre. Vestirme, lavarme la cara, los dientes...en fin...todos los rituales del despertar a la vida.
Fui hasta la cocina, tomé una taza, la llené con agua, la metí en el microondas y mientras tanto me detuve a mirar a través de la ventana: la entrada de mi casa, los canteros con flores, las rejas negras, la vereda, la calle...
Estaba yo ahí, parado con las manos apoyadas en la mesada que está justo debajo de la ventana gozando de esa mirada panorámica, que lo mira todo sin mirar nada en detalle. Algunas personas que pasan caminando, autos que pasan y pasan, bajo un cielo despejado de invierno. El calendario que está agarrado con un imán de la heladera, me dice que hoy es 5 de agosto.
Mientras la taza giraba en el microondas -y el mundo gira y gira sin parar- un vehículo se detuvo frente en la casa de enfrente.
Unos hombres de saco negro se bajaron, abrieron las puertas traseras y sacaron una camilla con una bolsa color bordó.
Mi mirada se detuvo en eso que estaba sucediendo ahí y ahora. También se detuvo el microondas, pero yo ni me di cuenta. Los hombres atravesaron el portón verde del garage y afuera quedó el furgón con la palabra Cochería pintada en la carrocería.
Mi madre como todas las mañanas, estaba haciendo su ritual diario de limpieza; pasó por donde yo estaba, se detuvo uno segundos a mirar por la ventana, se hizo la señal de la cruz y se alejó rezando.
Esto de ver la muerte desde la vereda de enfrente y a través de la ventana parece una película. Todo parece más sencillo cuando uno es un mero espectador, cuando la muerte pasa por otro lado y decide tocar el timbre de la casa de enfrente. Cuando me tocó de cerca, perdí el eje de mi vida hasta que con el tiempo, me fui recuperando.
Mientras los hombres demoraban en el interior de la casa, pensé en muchas cosas: en la típica frase “no somos nada” y en algo más elaborado: “cuando nos vamos queda todo lo bueno y lo malo que sembramos en este mundo”. Nuestro cuerpo dice adiós y queda todo lo que hicimos con nuestros días, nuestras horas, nuestros minutos y nuestros segundos.
Podemos hablar del más allá, del paraíso, de cualquier cosa. Podemos imaginar que reencarnaremos en un perro... todo es válido. Pero lo cierto es que queda todo lo que dimos. Todo lo que fuimos de santo y todo lo que fuimos de hijos de puta. Todo.
La muerte tal vez se ve como algo oscuro, pero hoy la vi llegar de día. Me hizo pensar en qué quiero dejar en este mundo y en los que me rodean, antes de irme, algún día, cuando la muerte diga Hola, Vine a buscarte.
Todo pasa y algunas cosas quedan. Creo que lo más simple es lo que a la larga queda en la memoria. Los gestos y también las palabras, que no se las lleva el viento, sino que quedan en algún rincón de la memoria.
Como habrán de imaginar, los hombres de saco negro se fueron en el furgón con el cadáver, dejándome el paisaje típico de la casa de enfrente.
¿Qué sería de la vida sin la muerte? Algo me hace pensar que son amigas.
En la mesa, la vida me esperaba para desayunar. Y en el microondas la taza con agua me esperaba para transformarse en un té.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si hay algo de lo que no tenemos respuesta... no tenemos certezas, es de la muerte.. el solo hecho de decir la palabra ya nos ocasiona una serie de sentimientos raros... si creo... que de alguna manera es lo que le da sentido a la vida... lo que nos permite tomar conciencia de lo valioso de los momentos que vivimos y de las personas con quienes pasamos nuestra vida... y como vos decís Martín... eso es “lo que queda”...

Anónimo dijo...

Todo pasa y algunas cosas quedan. Creo que lo más simple es lo que a la larga queda en la memoria.


Martín, me dejaste sin palabras..

como siempre: me encantoo y me encanta lo que escribis!!!!!!!!!

un beso grande
carolinamozzone@hotmail.com