29 de noviembre de 2010

DÍAS INOLVIDABLES EN NELSON

Esta vez mis libros me llevaron hacia Nelson, un pequeño pueblo ubicado a unos 40 kilómetros de la ciudad de Santa Fe.
La vida tiene por suerte, estas cosas impredecibles, sorpresivas y mágicas. Esta vez aparecí en un pueblo que no conocía, pero desde el momento en que bajé del micro, al costado de la ruta, sentí que algo emocionante estaba por suceder.
Hace unos años pude cumplir uno de mis sueños, el de publicar un libro, y ahora me toca transmitir eso, compartir mis cuentos e invitar a todos a soñar, a pelear por aquello que se quiere alcanzar. Siempre y aunque cueste.
Las cosas mágicas son así, sorpresivas, increíbles, inesperadas. Nora y Patricia, me esperaron al bajar del micro, para llevarme directamente hacia el Colegio San José. En ese momento no sabía, que al irme de Nelson, ya no sería el mismo.
En ese Colegio se hace, desde hace años, la Feria del Libro y esta era la número quince. La feria está hecha con mucho amor y sacrificio y eso se nota y se siente. Todo lo que se hace con amor sale bien y siempre es exitoso. Nora, la bibliotecaria, había organizado todo para que yo pudiera estar allí, en ese pueblo de película, para poder compartir lo que hago con todos los alumnos. El gran desafío, era ese todos, sin importar la edad. La mañana y la tarde del jueves, estuvimos charlando con 1ero, 2do, 3ero, 4to, 5to, 6to y 7mo, en un salón que está pegado a la cancha del colegio, frente a la plaza. Este salón antes era una iglesia – me comentaron las seños. Me escucharon, los escuché. Hablamos. Preguntaron y respondí. Les leí cuentos. Hicimos volar un poco la imaginación.

Para el viaje me compré un cuadernito nuevo con hojas rayadas. A la ida se rompió el micro en el que viajaba hasta Santa Fe y nos retrasamos bastante. Fueron siete horas para llegar, pero por primera vez, no estuve impaciente. “Si tenemos claro a dónde vamos, nada podrá detenernos”, escribí en el cuadernito, mientras esperábamos que el chofer nos explicara qué había pasado con el motor.
Si bien he recorrido muchos colegios y ferias desde 2005 hasta hoy, nunca antes había hecho ambas cosas: dar charlas y quedarme en la Feria. Nelson me dio la oportunidad de ver qué sucede, cuando terminan mis charlas.
Al llegar al pueblo, pasó algo misterioso: mi apellido había cambiado. Todos esperaban a un tal Martín Goz, y ese... ¡era yo!
Las cosas fueron sucediendo sin querer, pero a la vez parecía que ya estaban escritas de antemano. Todo me parecía una película y me costaba pensarme como el protagonista.
El día viernes, siguieron los desafíos. Conocí el Colegio Secundario, el Simón Bolívar, y con los alumnos y profesores hablamos sobre la Receta para ser Joven, incluida en mi segundo libro. Armamos entre todos una receta propia, con los ingredientes que los jóvenes de Nelson fueron aportando.
Y de las charlas, pasaba a la mesita que me habían armado en la feria, donde los esperaba junto a mis dos libros. Allí recibí tanto cariño, por parte de chicos y grandes, que me desbordó. Y todo lo vivido lo voy a guardar por siempre en mi mente y en mi corazón, para cuando necesite combustible para seguir adelante.
Nunca olvidaré esos días en Nelson. Fue una gran señal que me dijo, seguí adelante, seguí escribiendo. El cuadernito que llevé para tomar notas e ideas, se fue llenando con mensajes de los chicos y grandes, deseándome lo mejor y agradeciendo mi visita.
Sin duda, muy pronto, llegará un cuento, sobre un pequeño y hermoso pueblo, que tiene una feria en una escuela, y que culmina con una fiesta llamada “la velada”. Una Feria llena de amor y dedicación, de alegría y baile, llena de momentos lindos compartidos por los habitantes de Nelson.
La mañana de sábado en que emprendí el regreso, me levanté muy temprano. Salí del Hotel Florida y di una vuelta a la manzana. El día estaba hermoso, el sol brillaba en lo alto y el pueblo comenzaba a despertarse. Algunas señoras barrían las veredas. Pasaba algún que otro auto y alguna moto, pero muchas, muchas bicicletas.
A las nueve de la mañana, en la esquina del Hotel Florida, Martín Goz se subió a un Llambi para comenzar a emprender su regreso. Antes de subirse al colectivo una señora que pasaba en bicicleta, lo saludó y le gritó: ¡Suerte!
La primera parada era Santa Fe. En el micro cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, había una alumna del Colegio San José que lo saludó con una sonrisa. Allí comprobó que todo había sido real.
A las tres de la tarde, con su bolso y sus libros, llegó a San Nicolás. Nadie sabía aún, que desde ese día en adelante ya no sería el mismo, porque en Nelson, había nacido, Martín Goz.

(Nelson, Prov. de Santa Fe, Argentina. 11 y 12 de Noviembre. 2010)

7 de noviembre de 2010

JÓVENES ... ¡A SOÑAR!

¿Qué mensaje le darías a los jóvenes? – me preguntó hace un tiempo un adolescente, entre tantas otras preguntas, durante mi visita a un colegio.
Aquel día en el aula, ante la mirada de chicas y chicos, adolescentes todos, contesté que todo es posible, que siempre hay una salida, y que las cosas importantes se logran con esfuerzo.
Así dichas, parecen frases armadas: si las hubiera leído o escuchado a esa edad, hubiera pensado eso. Pero no son frases armadas: nacen de experiencias vividas, son parte de mi realidad y las quiero compartir.
¿Qué le diría yo, con mis veintiocho años a los jóvenes? En realidad, se lo diría a todo el mundo, sin importar la edad, pero voy a pensar en ellos, nuestro futuro más cercano.
Si miro hacia atrás, pienso que lo más importante son los sueños. Ellos nos hablan siempre, desde el corazón, y está en cada uno hacerles caso o, de lo contrario, desoírlos o acallarlos.
Tener sueños da sentido a nuestra vida. La mayoría de las veces parecen imposibles o inalcanzables, y otras veces son tan pequeños que no les prestamos atención.
Los sueños se hacen realidad. Pero no hay pases mágicos, ni se cumplen de la noche a la mañana. De chico soñaba con ser escritor, o mejor dicho, no sabía ni lo que era ser escritor, pero soñaba con escribir algo que le guste al que lo lea, y que ese alguien me diga, qué bueno, qué lindo, lo que escribiste. Y eso que soñaba, ese sueño, tenía una fuerza incontenible. Quería escribir, pero no podía soñar con ser escritor porque eso, parecía algo lejano, inalcanzable. Me gustaba escribir y escribía para mí, con cierto pudor a compartirlo con los demás. Con el paso del tiempo aprendería que soñar es mucho más lindo, si se comparte con los demás.
Podemos concretar nuestros sueños y hacer posible lo imposible. También podremos llamarlos metas. Lo importante es actuar, hacernos cargo de nuestros sueños, que son las brújulas de nuestro corazón. Y esforzarnos, lo más que podamos, porque a nuestros sueños, hay que defenderlos y tratar de hacerlos realidad.
Hay que hacerle caso al corazón y escuchar a aquellas personas que nos quieren bien. Porque en definitiva, tarde o temprano, esos sueños acallados, ese corazón que no escuchamos, en algún momento gritará todos sus sueños contenidos y no cumplidos.
Tener sueños, nos traerá felicidad, porque, más allá de lo doloroso que tenga la vida, tendremos una razón para vivir. Cada mañana al despertar tendremos mucha más fuerza, sabiendo que están nuestros sueños, motivándonos a vivir. Ese es el poder de soñar.Y por las noches nuestros sueños descansarán y brillarán en las estrellas. Siguiendo la ruta que marcan nuestros sueños, nunca estaremos perdidos.

COLUMNA PERIÓDICO DIALOGO. NOVIEMBRE 2010.