22 de abril de 2011

SIN CELULAR

Cuántas veces escuché, “si pierdo el celular pierdo todo” y varios que afirman, ”me siento vacío sin el celular”. Esos dichos me han parecido siempre, muy exagerados. Es algo obvio que el celular ocupa un lugar de importancia y se ha instalado completamente en nuestras vidas, al extremo de que ya no podemos pensarnos sin él. Invento revolucionario e indiscutible. O tal vez, sí. Podríamos discutir el uso que le damos.
Nunca había experimentado el estar sin celular. Y de repente, me lo robaron. Tenía la costumbre - rara según mis amigos- de apagarlo por las noches para que no interfiriera en mi sueño. ¿Y si pasa algo urgente? – me decían. Si es tan urgente me llamarán al fijo – contestaba. Era yo quien decidía estar tranquilo y no permitía que un aparato interrumpa mi descanso.
Estuve sin celular una semana hasta que lo reemplacé por otro. El tipo de teléfono móvil que tenía, ya me planteaba como un ser diferente, extraño, antiguo y casi extraterrestre. Lo había comprado en el 2005 y duró ¡seis años! Sí... sí... ¡con el mismo celular! Las exclamaciones de distintas personas al verlo, me hicieron sentir, durante este tiempo, en el héroe de una gran hazaña. Con el correr del tiempo, pasé de sentirme desubicado a portador de un objeto, reliquia de museo. Y claro, en esta era de avances vertiginosos, el muy pobre, tenía pantalla monocromática color naranja y sonaba con tonos monofónicos. No sacaba fotos ni tenía MP3.
Luego de saber que me encontraba bien por el robo, comenzaron los chistes: ¡Por fin! ¡Lo vas a cambiar! ¡Te hicieron una favor! Y etc. Me causaron mucha risa y yo mismo, en broma, dije que lo iba a extrañar luego de seis años de fidelidad. Me da un poco de temor esto: las cosas ya no duran lo mismo que antes. Las cosas se terminan rápido o se cambian fácilmente. Tener algo que perdure, es casi una excepción. Durar mucho tiempo ya no está de moda.
A pesar de que no soy compulsivo a la hora de enviar mensajes de texto, esa semana sin celular me alcanzó para darme cuenta de que enviar mensajes ocupaba buena parte de mi día, sobre todo, contestando a los que me mandaban mensajes, y eligen comunicarse mucho más por esa vía. ¿ Por qué no hablan directamente? – me dijo alguien mayor que no usa celular. Tal vez nos olvidamos que en algunos casos, es mejor hablar en persona, y en otros hablar por teléfono y en otros enviar los mensajes de texto.
El teléfono fue concebido para hablar y creo que ni los inventores de los mensajes de texto esperaban este boom. La tecnología se piensa y se crea para un uso determinado, y luego los usuarios son los que van adoptando su uso. Y, actualmente, el uso excesivo del mensaje, está derivando en que hablar, cueste mucho menos dinero que un simple mensaje.
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Tuve una semana para pensar en lo que ponía en los mensajes de texto y en el uso que les daba. Es cierto, podría haber salido corriendo a reemplazarlo, pero quise aceptar el desafío de vivir sin celular. En algunos casos es un invento importantísimo para estar comunicado. En otros casos lo que enviaba eran cosas triviales, que no aguantaba decir hasta ver a esa persona y creo que el uso de los mensajes se resume en eso: decir ya, no esperar hasta el encuentro en persona. Pero también es, compartir en el momento un estado de ánimo o una idea o algo que nos pasa.
Al principio me preocupé: sin celular me perdería seguramente de mucho. Estaría incomunicado. Durante esa semana, tres personas que querían decirme algo muy importante, me llamaron al teléfono fijo. Y allí me di cuenta de que se podía vivir sin celular y que sin él, me quedaba con lo más importante. No estaba incomunicado., me comunicaba de otra forma.
También pensé en esa época en que dar el número de teléfono fijo era sinónimo de máxima confianza o interés en el otro. El fijo no se lo dábamos a cualquiera el móvil, sí.
En estos años el teléfono móvil se transformó en un “enviador” de mensajes. Algo impensando, hace unos años... ¡Un teléfono que escribe!
A la hora de arreglar un encuentro, el celular nos da libertad: “Nos vemos a tal hora, pero te confirmo con un mensaje”. Sin el celular, tuve que advertirle a mis amigos: “quedemos a una hora, y vayan puntuales, miren que no tengo celular”. Y esa salida fue sin cambios a último momento.
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“No sé lo que quiero pero lo quiero ya”, es el título de la nota en el suplemento Equilibrios del Diario Perfil (13 de Marzo de 2011): “En medio de toda esta vorágine consumista, lo que compramos va quedando obsoleto con el correr de los días. Si antes el valor de un objeto estaba dado por su durabilidad, hoy ya no es así” (...) “Viene a la mente la publicidad de una compañía de celulares en la que instaban al usuario a dejar la práctica de esconder el teléfono viejo que ya le daba vergüenza mostrar para cambiarlo por uno nuevo”. “Si el celular revolucionó las comunicaciones al posibilitar que los usuarios sean encontrados en todo momento y lugar, con el tiempo permitió enviar mensajes de texto, y muy pronto tener la oficina en la palma de la mano fue una realidad tangible”.
Perderlo me hizo dar cuenta la cantidad de mensajes inútiles que envío. Y también las cosas lindas que puedo compartir y que pueden compartir conmigo. Pero de todos modos, ahora sé, aquella persona que quiera compartir algo importante conmigo, sabe que estoy en persona, o de alguna forma y que el mensaje de texto es un simple detalle.
CON CELULAR: comparto cosas en el momento en que las vivo. Es útil para urgencias. Lo usamos para decir ya o escuchar al otro ya. Mis amigos y familiares me cuentan sus cosas. (la lista pueden seguirla Uds.)
SIN CELULAR: Como no puedo enviar un mensaje pienso que cuando vea a tal persona le diré tal cosa. Los que desean cosas importantes y urgentes, me llaman al teléfono fijo. Me sentí libre sin mirar hacia un aparato. Parte de nuestros stress vienen de las interrupciones que dejamos que hagan esos aparatos.
Por último, una defensa al teléfono móvil. La culpa no es del celular, la culpa de todos nuestros males, es nuestra.
Para conectarnos plenamente con nosotros mismos, con Dios y con nuestra vida, no vendría mal un ejercicio de apagar, aunque sea por unos días, el celular. Gran desafío gran. Difícil ayuno ¿no? Un ayuno interesante para esta era tan tecnológica.

MI COLUMNA "ENFOQUE JOVEN". PERIÓDICO DIÁLOGO. Nº198. ABRIL 2011. AÑO XVIII.