20 de marzo de 2011

SER COMO SOMOS Y EL MIEDO A SER DIFERENTES.

Aquí vamos de nuevo. Seguimos escribiendo la historia del libro de nuestras vidas. Y seguimos encontrándonos en este espacio, y esto me pone muy pero muy bien. Contento de estar aquí. Contento de que estés allí.
Durante el verano, estuve mirando hacia atrás, repasando las muchísimas cosas que fui aprendiendo al crecer. Y traté de buscar aquello que fue lo más importante para mí.
¿Qué es lo que más me costó de crecer? - me pregunté. Ser yo mismo, mostrarme tal cual soy – me respondí rápidamente. Eso fue lo más importante que aprendí, uno de los logros más difíciles, pero de lo más importantes para mi felicidad.
Sinceramente, cometí un error. Pensé que ser uno mismo, costaba sólo a los adolescentes, pero con el correr de tiempo me fui dando cuenta que en la medida en que crecemos, y nos transformamos en adultos, cuesta cada vez más ser uno mismo; la esencia o la transparencia, la vamos tapando con máscaras, que nos permiten quedar bien dentro del mundo en que vivimos. Un mundo en el que si sos más parecido a la mayoría, más pasás desapercibido, menos molestás y resulta mucho más cómodo.
Si bien solemos hacer lo que la mayoría hace o compramos la manera de vivir de la mayoría o lo que está de moda, hay voces internas que nos dicen que queremos otra cosa, y depende sólo de nosotros escucharnos o ignorarnos.
Por pertenecer al grupo, por pertenecer a la sociedad, se genera un miedo a pensar distinto, a expresarnos de otra forma, a querer o desear otras cosas. Nos olvidamos que en la diferencia está lo enriquecedor de la vida.
Hay una idea que plantea a nuestra sociedad con miedo a lo diferente, es decir hacia lo externo, diferente a uno. Pero no debemos dejar de pensar que también existe el miedo a nuestros propios pensamientos que nos mostrarían tal cual somos.
Ser como somos tiene sus riesgos y a veces ser completamente sinceros nos trae infelicidad. Pero esa infelicidad no es tan grande como aquella que nos da el no mostrarnos como somos, dejando ocultos lo que nos hace ser nosotros mismos, diferentes a los demás.
No podemos agradarle a todo el mundo y eso es algo que de adolescente se intenta con mayor insistencia. Al ser yo mismo, los que me van a aceptar será porque les agrada eso que soy como persona, aceptando mis defectos por supuesto. Pero gustando también de lo mejor de mí.
El niño irá creciendo, el adolescente crece también, en busca de sí mismo. Pero si lo pienso mejor, todas las personas estamos en búsqueda de nosotros mismos durante toda la vida. Sólo que es más sencillo para todos, pensar que las inseguridades, y el adolecer, es un tema exclusivo de los adolescentes.
Obviamente, soy un soñador: si el mundo estuviese colmado de personas transparentes, que se muestran tal como son y como piensan, seríamos todos mucho más felices.
Somos raros los seres humanos: sabiendo que algo nos trae infelicidad, aún así, continuamos haciéndolo.
No tengamos miedo a diferenciarnos. No tengamos miedo a no gustar de las modas, por simplemente ser actualizados y quedar mejor ante la mirada de los demás. No tengamos miedo a ser como somos. No tengamos miedo. O seremos como pájaros que ocultan sus alas, negando volar nuestro vuelo propio.

MI COLUMNA. ENFOQUE JOVEN. En Periódico Diálogo. Marzo 2011. Nº 197.