16 de mayo de 2008

HACER EL BIEN HACE BIEN

El día transcurría como siempre, como quien diría, normal, sin sorpresas ni sobresaltos. Transcurría, dije y no utilicé el pasado, trancurrió. Porque tuve un llamado telefónico a eso de las 18.30, que me invitaba a visitar a una persona, que está en cama desde hace tres meses por un problema de salud.

Dije que sí. No dudé pero si pensé: voy a llegar más tarde al gimnasio o prefiero tomar mates en mi casa y mirar tele. Pero salí. Caminé unas cuadras hasta la casa, toqué el timbre, saludé, charlamos. En fin: una visita a alguien que está enfermo, postrado en una cama, con un problema de salud o como prefieran llamarle.

Charlamos un poco de todo. Cuando me despedí, le dije, Que te mejores, fuerza, a lo que me contestó, Muchas gracias, Ahora, con tu visita, seguro me voy a sentir mejor.

Me fui pensando en esa respuesta y me sentí ¡tan bien! ¡Con qué poco, podemos hacer mucho! Por los demás y también por mí. Me tomó uno cuarenta minutos, esto, que fue lo más lindo de mi día.

Los seres humanos somos muy entrenados en el deporte de hacer el mal pero ¡qué poco tiempo le dedicamos a hacer el bien! ¿no? ... y es ¡tan simple! Ponernos un poquito en el lugar del otro, dejar de mirarnos el ombligo por un rato y saber que hay alguien ahí afuera, esperándonos.

"No tengo tiempo": es sólo una excusa, barata. La realidad es que no nos hacemos el tiempo para dedicarnos a lo que nos hace bien. Nuestros sentimientos se van quedando adormecidos para dar paso sólo a nuestros intereses individuales. Buscamos lo que nos arroje un resultado, todo aquello que tenga un fin y si es material mejor, porque así sólo vale la pena. ¡Qué pena me da esto!

No hace falta ser un santo y ni siquiera la mejor persona para hacer el bien. Es fácil, sencillo. Vos podés, yo puedo, TODOS podemos. Y hace bien.

Hacer el bien hace bien. Yo lo recomiendo. ¡Llame ya!

12 de mayo de 2008

FERIA DEL LIBRO 2008 BS AS

Y llegué a la Feria, la Internacional, la de Buenos Aires. Me tomé el subte en Diagonal Norte, combinación D. Me bajé en Plaza Italia. Salí del mundo subterráneo y ahí estaba el cielo, las calles, la Plaza. Me detengo en logo de la Feria: lleva la cara de una mujer leyendo un libro y a su vez el rostro mira a través de él. Y pienso qué cierto es eso. Cuando leo un libro comienzo a mirar todo a través de él. Y ya no soy el mismo. Me miro a mí mismo, miro mi mundo, a los que me rodean. Voy redescubriendo el mundo a medida que voy recorriendo las páginas.

La Feria está buena. Está todo en un solo lugar. Y si bien se está poniendo cada vez más marketinera y concurrida la cosa, no deja de darme placer eso de que le dediquen unos días y tantos stands para promover el libro. Mucho best- seller y famosos de tele que ahora escriben, pero eso no importa. Si uno busca y quiere ir más allá, algo va encontrar. El boca en boca sigue vivo y hay mucho por leer más allá de los más vendidos.

Pasé por el stand donde están mis dos libros. Es la primera vez que los veo juntos a los dos. El más nuevo salió en noviembre pasado y anda contento con eso de ser novedad. Pero el primero se le ríe porque ya hace tres años que anda haciendo de las suyas y se cree con más experiencia.
Me paré en un esquina del stand, para poder observar un poco. Y fue algo espectacular, como un sueño, ver entrar a las personas, tomar mis libros, leer las contratapas, hojearlos. Ahí sentí esa felicidad o plenitud por la tarea realizada. Por ustedes, los lectores, sino ¿por quién hago todo esto? Bueh, también lo hago por mí, porque me gusta escribir.

Un señor le muestra mi libro a su señora. Se miran y eligen el otro, el segundo. Y así, a lo lejos sonrío y veo como en sus manos, entre dos tapas, y unas páginas se llevan tanto de mí, tantas horas, tantas ideas, tanta magia, tantas palabras unidas para hacerlos volar a través de oraciones, que forman párrafos y de párrafos que forman cuentos.
Con esto me alcanza, me puedo morir tranquilo, pienso. Pero es temprano aún para eso. Aún me falta recorrer, buscar, a ver qué libro me llevo. Doy media vuelta y me pierdo entre los stands, los libros y la gente.

9 de mayo de 2008

BUENOS AIRES (desde el Cyber)

Salir de San Nicolás. Terminal de omnibús, 7.55 am. Una mañana fresca de un día que promete. En realidad me prometí que este día sería bueno, porque el día en sí, por sí sólo, no promete nada. El día es día.
Escribo desde un cyber, en la Calle Corrientes y 9 de julio. Esquina tradicional porteña. Siempre escribo desde casa y esto es una experiencia nueva. Al lado a un pibe que se ríe solo, y contesta mensajitos y lee los mails. Y me pregunta si entiendo algo de internet porque no caza una.
Atrás mío hay cabinas, muchas, 24, para hablar por teléfono. Adelante hay un kiosco... esto es un locutorio argentino. De todo un poco.
Afuera está el Obelisco. Recién lo saludé, pero ni se movió. El anda ahí parado, hace tantos años, indiferente y agrandado, porque es famoso y le sacan fotos. A mí me emociona verlo, es un símbolo de que estoy en Buenos Aires. Y lo mejor de todo, estoy solo, y camino y hago lo que quiero. Esa libertad de hacer camino al andar, sin que nadie me marque la ruta.
Bajé en Retiro. Mundos, mundos y más mundos en una ciudad. Cada persona es un mundo, sí, pero Buenos aires bate records de mundos en un instante. Es como el cambiar de imágenes en un video clip. Pero todo es gente, gente y más gente. Cómo un mar o un río.
Caminé por Florida. Cruzar cada esquina, es, como meterme en una procesión. Parece como si terminara el mundo y de repente alguien gritó: acá, acá está la salida. Y así todos para un lado, van, van. Es como una ráfaga de gente y en la que te metés y es difícil marcar el propio ritmo. Yo voy como más lento que el resto. Y sí, estás de paseo, así cualquiera.
Rostros, diversos, miradas de luz, de oscuridad, y tristezas que se notan y mucho. Apuros, mucho apuro. Hay que llegar, hay que comer, hay que laburar.
Vendedores ambulantes: el limpia pelusas, llegó el limpiapelusas. Artistas. Mendigos. Un tipo de la Puna tocando con su quena, covers de temas musicales famosos. Gente, la local, la que va y viene más apurada que todos. Y también están los otros, los turistas. Los extranjeros, cuando hablan, le aportan esa música, en italiano, en brasilero, en inglés... .
En Florida lo vi al Chavo (el del ocho). Andaba, haciendo el gesto de ESO ESO ESO y pataleando cada tanto. Pero lo hacía cada vez que alguien le ponía una moneda. Estatua viviente, el Chavo. Qué maestro el pibe ese que tiene ganas de regalar su arte vestido del Chavo.
Me metí en un par de palacios del consumo, también llamado shoppings. Pero no quiero comprar nada, sólo quiero caminar. Caminar porque sí. Está bueno no tener razones cada tanto. PORQUE SI. PORQUE SI. Como cuando era chico.
Me metí en varias librerías. No sé si es porque me gustan los libros, pero para mí eran un oasis de paz entre el movimiento urbano. Como meterme en una iglesia, sí, Santuarios de la Lectura.. Tapas y más tapas que me miran. Los más vendidos andan allá en la vidriera haciéndose los lindos y otros esperan en los estantes.
Ahora hay café en todas las librerías: cuando era chico no era así. Y está bueno: leyendo se alimenta una parte, la intelectual y así movemos un poco el cerebro, que en esta era de bailando por el rating, lo tenemos bastante dormido. Y el café alimenta el cuerpo.. para que no se queje de que no le damos nada.
Bueno, me voy, a seguir. A las 14 hs abre la Feria del Libro. Voy seguir navegando entre tapas, entre gente, entre stands, pero rodeado de libros que es lo que más me gusta. Iré a visitar a mis dos hijos libros. El día que nacieron, al toque, empezaron a caminar sólos, y cada tanto quiero saber como andan.
Y al salir seguramente confirmaré que el Obelisco sigue ahí.