6 de octubre de 2013

ROSARIO SIEMPRE ESTUVO…

05/06 Rosario – 18.05
  De repente, las ganas de escribir me toman por sorpresa y se apoderan de mí. Terminal de ómnibus, subiendo al micro que me lleva de regreso.
Rosario: nunca había escrito sobre vos. Fuiste y sos una amiga querida y siempre presente, y parece que llegó el momento.
A Rosario me traían al médico cuando era chico. Siempre estuvo esa idea de que hay mejores profesionales para ciertos temas. También Rosario es la repuesta (o intenta serlo) a muchos interrogantes adolescentes, sobre todo porque muchos venimos acá, y elegimos una carrera para nuestro futuro.
Y el futuro... ¡ya llegó! Es hoy, porque el 2013 me encuentra recibido. Por fin, digo. Costó pero… ¡llegaste! – me dice la voz interior que durante años me decía ¡Hacé la tesis! ¡Hacé la tesis!¡Terminá!¡Recibite!
 Hoy el otoño me regaló un día cálido de sol, de esos que arrancan con campera y a lo largo del día te vas sacando ropa hasta quedar en mangas cortas. Caminé toda la peatonal Córdoba, entre las vidrieras que intentan tentarme, pero pocas veces lo logran.
 Me di, si, un baño de libros, de esos mundos escritos entre dos tapas, que me atraen hacia sus historias. Al mediodía se suman a la peatonal los alumnos de los colegios, que llegan para colapsar los MC Donalds y si no hay lugar van por descarte a comer a otro lado.
 Caminé toda la tarde entre la gente, visité las librerías que hay muchas y muy lindas y diferentes. En una me detuve ante “El libro de los abrazos". No lo leí aún pero me encanta ese título. ¿Morirá el libro? – volví preguntarme una vez más.  No lo sé… tal vez… pero si de algo estoy seguro, es que la gente seguirá  teniendo el deseo de verse reflejada en el espejo de las historias contadas por otros. Ya sean, libros, canciones, televisión o en las pantallas múltiples.
 Hacía mucho que no escribía a mano en un cuadernito, como ahora, arriba de un micro. No pude aguantar hasta llegar a casa. Estoy en un micro amarillo que me lleva hasta San Nicolás; es bastante cómodo y hasta diría lujoso, comparado con los recuerdos que tengo de los colectivos de la empresa Tirsa,(que Dios la tenga en su santa gloria). Eso sí era una aventura de riesgo: te subías a uno y empezabas a rezar de que no se rompiera en el camino.
 Caminar por Rosario es ver las mujeres más bellas y producidas. Yo pienso que es así, no se puede negar, pero para que no se agranden los rosarinos, les digo que la mayoría son estudiantes de afuera y da la casualidad de que se juntan todas en la peatonal. 
 Los rosarinos tienen ese amor por Rosario que los nicoleños no tenemos por San Nicolás. ¡Qué linda está Rosario! – decía un actor en una publicidad hace unos años. También tienen una canal de TV llamado Somos Rosario. Y las repetidoras de canal 13 y Telefé tienen todas el sello propio rosarino. Nada de andar dejando que les roben la identidad.
¿Y San Nicolás? No sé qué decir. Nacimos como ciudad de paso – dijo un profe de geografía en una clase, cuando iba al secundario.
 Caminar por Rosario es ver muchas caras de nicoleños de paso, estudiantes algunos y  otros que ya decidieron quedarse.
 Levanto la vista mientras escribo y ya estamos pasando por el Parque Independencia. El gusano loco aún está ahí en el parque de diversiones, y creo que es el mismo en el que me divertí tanto cuando era chico y me trajeron mis padres.
 No puedo evitar que suene en mi cabeza la voz de Fito con su “cerca, Rosario siempre estuvo cerca”. Yo diría ahora que Rosario siempre estuvo, siempre, en mi vida, y no me había dado cuenta que era para tanto. Hasta hoy.
Hace como un año vine a pasear por las librerías y la dueña de una me explicó el problema con el Negro Fontanarrosa… no lo estaban editando porque había problemas con los derechos y su familia, o algo así. Hoy ya está reeditado y estuve mirando sus libros con tapas de llamativos y diferentes colores y con ilustraciones de distintos humoristas gráficos de Argentina.
 A Rosario, muchos nicoleños vienen al shopping o al cine. Estoy pensando que, desde hace unos meses, no tenemos más cine en San Nicolás, pero parece que nadie se dio cuenta, porque nadie lo lamentó o sí, pero no lo dicen.
El haberme recibido, el haber finalizado mi etapa con la UNR, y mi relación con “la Siberia”, me hace sentir que todo vuelve a empezar. Durante años tuve ese pendiente que era, terminar la tesis.
El título lo logré a los 30… hoy por hoy no tengo mucho dinero, pero estoy contento porque amo la carrera que elegí, porque amo comunicar.
Mientras escribo me voy dando cuenta de que tengo muchísimos recuerdos por esta ciudad que voy dejando de a poco.
Caminando con mis padres, viendo vidrieras, subiendo las mágicas escaleras mecánicas de la tienda la Favorita (hoy Falabella). Viniendo de consulta a los médicos y especialistas a buscar respuestas. Anotándome en la Facu soñando con ser comunicador social. Todavía recuerdo el 2001, cuando ingresé a la Facultad.¡Qué año para ingresar!... pero sobreviví. A todo. Al recorte del 13% a mi viejo jubilado que casi me hace tambalear, a los paros constantes, a ese diciembre en el que sentí que todo terminaba, que este no era más mi país. Llegué para rendir y la facultad estuvo cerrada por varios días porque había incertidumbre y la palabra “saqueos” sonaba a película de terror.
Mucho me decían "andate, vos que podés, que tenés parientes en Italia". Parecía que Europa era la solución. Pero por suerte me quedé y resistí. Y acá estoy.

Rosario también me regaló grandes noches, salidas geniales con amigos de la facultad y con los amigos de San Nicolás con los que vine para ver otra cosa, algo nuevo, otro aire.

Para tomar este micro en el que ahora escribo, llegué a la Terminal en el 121. En el trayecto por calle Santa Fe, a través del vidrio del 121, vi el Bar El Cairo, con esa magia que lo desprende del resto y lo hace flotar.
Rosario siempre estuvo y se merecía que escriba sobre ella o mejor dicho sobre ella conmigo.
El colectivo avanza, y pasamos por el Casino, con sus luces multicolores, que espera a la gente un poco loca y fanática de las apuestas y las maquinitas, la gente que sueña con ganar mucha platita que le cambie la vida.
18.32 dice mi celular. Circunvalación está cerrada por reformas. Reviso mi billetera y veo la nueva tarjeta plástica para andar en colectivo en Rosario… dice grande, Yo amo a Rosario, con el dibujo de un corazón.
Y vuelvo a pensar en si será tan así, que los rosarinos aman su ciudad. Parece que sí y que los nicoleños tenemos mucho por andar hasta poder decir eso mismo en nuestra ciudad. O tal vez tendríamos que ir todos a terapia, para levantar la autoestima y ver las cosas con otra mirada.
Yo amo a San Nicolás y puedo decirlo. Por eso vuelvo, por eso me quedo, por eso no me voy. La gran cruz de color blanco con luces, en el ITEC me avisará en una hora que estoy de nuevo en casa. 
Cierro el cuaderno y lo guardo en mi bolso junto con la birome negra. 

El micro sigue desandando el camino hacia mi ciudad, San Nicolás. Me duermo pensando. Rosario, siempre estuvo…