30 de septiembre de 2011

PENSAMIENTOS EN CAMINATA

Salí a caminar. Recién llego. Me gustan mucho las caminatas porque me sirven para ordenar los pensamientos. El hecho de caminar, trasladarme, observar y a la vez pensar, me resulta y siempre me ha resultado, clarificador. Eso si, si voy solo y en silencio. Porque también están las otras caminatas, lindas tambièn,, pero vividas de otra forma, compartidas, acompañados por la charla.

Caminar solo, es un diálogo con uno mismo, diálogo muy necesario para mí, si me preguntan, aconsejable vivir cada tanto.

Salí a pasear, a hacer ejercicio, a conocer. Escribo desde otra ciudad, desde otro lugar y la caminata si bien fue de paseo, también salí a pensar algún tema, a buscar la inspiración, para compartir con ustedes en forma escrita a través de esta columna en el periódico. Les cuento que siempre se siente un poco raro, escribir en el hoy, en agosto, sabiendo que se publicará y leerá en septiembre.

Es invierno y hace frío, dicen que son los últimos días de frío intenso y pronto llegará, poco a poco, la primavera.

Caminé mucho y el tema no llegó. Tampoco llegó un título fuerte, que me encante y que los pueda motivar a leer mi nota. Y allí, lo que parecía un inconveniente, se tornó una solución: voy a escribir sobre lo que pensé al caminar. Nunca compartí todo lo que me viene a la mente en ese momento tan mío, pero siento que es un buen momento y quiero compartir ciertas cosas. Tal vez ya las hayan sentido o experimentado o tal vez al leerme, puedan o quieran experimentarlas conmigo.

Tal vez sean pensamientos sueltos o tal vez no. Veremos que ocurre al plasmarlos en este texto.

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Al Volver a un lugar en el que ya estuvimos, hace mucho o poco tiempo, se sienten cosas muy especiales. Uno se detiene ante un lugar en el que ya estuvo, y el presente se pone a dialogar intensamente con el pasado. En algunos momentos dialogan tranquilamente, se ríen cómplices y en otros luchan arduamente, como en un partido de fútbol, como en una final de copa mundial. El lugar es el mismo. Yo soy la misma persona, pero ya no soy el mismo. En el tiempo transcurrido sucedieron cosas. Muchas o pocas pero sencillamente sucedió la vida. Yo me detuve frente al mar, que siempre es el mismo, con su oleaje interminable, pero cada ola es diferente, nace, muere en un instante en la orilla y luego otra vuelve a nacer.

Ante el oleaje pensé en el Volver a empezar. Siempre se puede volver a empezar, incluso después de una gran caída. La caída sucede, duele y hay que aceptarla, y depende de nosotros si nos quedamos tirados pensando en la caída, en el porqué o si nos levantamos y empezamos a mirar el futuro, aún desde el suelo o habiendo tocado fondo. Una ola muere, y otra nace detrás, como los minutos, como los instantes de nuestro tiempo, como nuestras esperanzas.

Continué mi camino, pero tuve necesidad de algo nuevo. Sólo resta tomar otro camino – me dije. Y casi al azar, tomé por otra calle, con un poco de incertidumbre, ya alejándome del mar. Había mucho viento y de repente comenzó a llover. Inesperada lluvia, mezclada con un viento que casi me hacen retornar, pero unos minutos después el sol salió para iluminar y pincelar con su luz y un poco de calor la ciudad, los edificios, las calles y todo.

Fue bueno abrir mis ojos ante la novedad. Tantas casas y barrios, paisajes y lugares desconocidos. Lo nuevo alimenta el alma y los sentidos y nos recuerda que siempre hay algo más que vale la pena vivir. Y el corazón latió más fuerte y me dijo que eso estaba bueno.

¡La vida al aire libre!- también pensé. Siempre hay que tratar de volver los sentidos hacia la naturaleza, valorarla. Muchas veces la dejamos solo para nuestros espacios de ocio o desenchufe, pero en realidad somos parte de la naturaleza, fuimos creados juntos, y ella está para despertar nuestros sentidos, para hacernos sentir más humanos. Conectarnos con ella es conectarnos con la Madre Tierra y con el Gran Creador, nuestro Dios. Cuánta maravilla que la rutina se lleva (inventada por nosotros y buena excusa de todos nuestros males) o mejor dicho nosotros dejamos ir.

Seguí caminando y pensé: es muy fácil cambiar el camino aunque sea por unos segundos. No hace falta abandonar la vida que ya llevamos y ser extremistas. Depende de nosotros tomarnos unos minutos y renovarnos un poco para volver con más fuerzas.

En mi camino hoy estuvo el mar golpeando contras las rocas, una maravilla para el alma, pero en la ciudad en la que vivo, hay un río y ese río también tiene su maravilla. A veces necesitamos alejarnos para valorar o darnos cuenta de lo que no vemos diariamente.

La primavera ya está llegando entre tanto frío. Porque no llega de golpe. Los otros días en el jardín de mi casa, vi como algunas plantas ya mostraban sus brotes. Y todo es asì, una lucha eterna. El invierno y su frío y la primavera con sus brotes. Es la vida. La primavera ya está, aunque no la veamos, ya ha comenzado su lucha. Y si lo pienso mejor, esa estación también es un volver a empezar. Nos dice que a pesar del invierno del alma, podemos volver a empezar, a surgir, a brotar.

Y ya no odio el invierno como antes. Ahora entendí que es la estación que nos dispone a la quietud, al encuentro, a la calma, a podar nuestras tristezas, y a preparar el corazón para todo lo que tendrá que volver a brotar.

Nuestras esperanzas, nuestras flores del corazón, nacerán sin duda, porque es inevitable, tan inevitable como que después del invierno llega la primavera. Y llegarán las flores, los colores y las alegrías, en la tierra de nuestro corazón lleno de sentimientos.

Terminó la caminata. Una caminata solitaria, ahora compartida con ustedes. Gracias por caminar conmigo. Hemos llegado. ¡Feliz Primavera del corazón!

Mi Columna "Enfoque Joven". Periódico Diálogo. Septiembre 2011. Nº 203

El cuadro es de Delia Eyras. Pintora Marplatense. www.deliaeyras.com.ar