7 de junio de 2011

QUE NO NOS ROBEN LA ILUSIÓN

Hace unos años, cuando publiqué mi primer libro, un periodista me hizo una nota para la televisión. Salió al aire dentro del programa, como la nota positiva de la semana. En ella, con toda la alegría del mundo, conté lo que sentía al cumplir un gran sueño. Al finalizar la nota, el programa volvió al piso, y el conductor del programa comentó: - Muy buena la nota .... a los 22 años... todavía se tiene la sonrisa intacta.
En ese momento no entendí bien, y me quedé pensando en qué cosas podrían borrarme la sonrisa en el futuro. Algo me quedó claro: crecer no era nada fácil y la sonrisa, parecía, era más difícil de mantener con el paso de los años.
Por estos días, esa frase del periodista volvió a mi mente. Lo inesperado - sobre todo si son malas experiencias- duele. Para consolarnos decimos que “son necesarias para crecer”, y de algún modo eso es cierto porque de todo aprendemos. Pero esas pruebas, esas cosas inevitables y que nos sirven para crecer, muchas veces, nos van frustrando, nos quitan las ganas y van matando poco a poco las ilusiones.
Nada es fácil, y parece que está confirmado que a medida que se crece la cosa se pone más difícil. Como dice un amigo en chiste, será que de tanto madurar la cosa se pone podrida. Pero la culpa no es del mundo en que vivimos, sino de las personas. Y no de todas sino de algunas pocas. Sólo que esas pocas parecen destruir mucho más que las millones que están dispuestas a construir y transformar el mundo para mejor. Es cierto que no se puede vivir sólo de la ilusión, pero las ilusiones tienen un gran poder transformador, y lamentablemente dejamos que unos pocos lo arruinen todo.
Si hay algo que caracteriza a los niños y a la juventud es la ilusión, y está más que afirmado por todos los adultos que la vida te va quitando los sueños, las ilusiones, las ganas - a veces desmedidas- y las esperanzas. Si algo que noto hoy, es cierta desilusión generalizada, como si ya nada pudiese cambiar. Y si hay adultos sin ilusión, hay chicos sin ilusiones. Lo peor que nos puede pasar es resignarnos. Sé que las pocas luces dispersas que siguen intentando, se irán uniendo y cambiarán el mundo, porque no hay otra manera de vivir y ser felices que teniendo ilusión de vivir.
Vengo remando varias desilusiones en el último tiempo y aceptándolas como parte del crecer. Nunca antes había escrito sobre la desilusión y he llegado a la conclusión de que no es el tiempo quien nos arrebata las ilusiones y las ganas, sino que ciertas personas con sus actitudes se encargan de eso. Decir “la gente” o “el mundo” me desilusionan, es algo injusto. “La vida es hermosa, lástima uno” – comenzaba diciendo un locutor de radio famoso hace unos años.
A todos los jóvenes, a todos aquellos que lean esta columna, les pido: que no nos roben la ilusión, por favor, no dejemos que eso pase. Que no agoten nuestras ganas de hacer el bien, de transformar. Sigamos adelante aunque por momentos parecen detenernos.
Es mucho más fácil hacer el mal que el bien. Navegar por las aguas del bien parece imposible, arduo, y hasta resulta tentador ver como los demás, los de las otras aguas, parecen lograrlo todo más rápido y sencillo. ¡Se encuentran tantos obstáculos cuando se quiere transformar para bien!.
Unos días antes de escribir esto, alguien me dio un consejo: no hay que desilusionarse del amor sino de las personas. Y en base a esa acertada afirmación digo que no hay que desilusionarse del mundo sino de las personas. Generalizar, repito, me resulta injusto.
En fin. Algo de razón tenía aquel periodista. Pero no hay que darse por vencido. Si nos hacen caer, volveremos a levantarnos. ¡Que no nos roben la ilusión! ¡Que no nos borren la sonrisa! Que unos pocos no logren matar nuestra vocación, nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestra ganas de hacer. Seguramente ellos alguna vez supieron tener ilusiones y sueños, pero los han olvidado, o tal vez, alguien les hizo lo mismo y por eso se dedican a matar a aquellos que aún los mantienen vivos y los defienden con alegría.
No hay que cansarse, hay que seguir adelante, buscar las fuerzas y pensar que unos pocos no van a detenernos. No valen la pena. Voy a seguir sonriendo y no van a matarme la ilusión de que haciendo las cosas bien, es posible cambiar el mundo.


MI COLUMNA "ENFOQUE JOVEN". PERIÓDICO DIÁLOGO. Nº199. Mayo 2011. AÑO XVIII.