26 de marzo de 2015

¿Dónde está Dios?

De chico, cuando iba a catequesis, siempre me preguntaba si Dios se seguía manifestando en la actualidad, tal como sucedía en los textos de la Biblia.

Pasaron los años y fui haciéndome amigo de Jesús. Leyendo y releyendo sus parábolas, me di cuenta de que esas explicaciones sencillas, me ayudaban a encontrar muchas respuestas y a interpretar el mundo a través de ellas. Comprendí que lo divino, está en este mundo.  Sólo hay que entrenar la mirada y el corazón y alimentar cada día nuestra fe.

“¿Quién puede dudar de la existencia de Dios con semejante hermosura de paisaje?” – diría alguien durante algún viaje realizado. Si Dios había creado todo eso, no hacía falta cuestionar nada más.  La creación es el mejor mensaje de las maravillas que hizo y que puede hacer.

Más adelante, comprendí que Dios se manifiesta en todo lo que vivimos cada día. Y sólo llegamos a comprender las cosas, cuando el tiempo pasa, cuando nos detenemos a pensar en todo lo vivido. Cada dolorosa o hermosa experiencia, está allí para que sepamos ver y aprender algo.

Dios está presente también en cada persona que encontramos en el camino y con las cuales compartimos el tiempo. Ellos son nuestro prójimo. Comprender esto, me hizo ver más allá de todo y saber que cada persona está en mi vida por algo y que también, desaparece por algo.  Ya no tenía que esperar que me suceda como en la Biblia, que me hable una voz desde el cielo, porque Dios me hablaba todos los días a través de todas ellas.

¿Dónde está Dios? – nos preguntamos muchas veces. En los ojos del que sufre. Sí. Pero también en los ojos del que ríe y del que sueña.

Para verlo o sentirlo hay que alimentar cada día nuestra fe; preparar y poner el corazón, abrir los ojos de la mente, aceptar y creer.

Mientras escribo esto recuerdo algo que me pasó una noche: toda la vida había querido ver una estrella fugaz y jamás lo había logrado.  La estrella llegó, por fin, una noche que estaba muy angustiado y había decidido salir a caminar.

Dios se revela a sí mismo con gestos y palabras. Depende de nosotros querer verlo y escucharlo. Depende también de que decidamos, con firmeza, ir a su encuentro.

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Mi columna "Enfoque Joven". Periódico Diálogo. Nº 237. Marzo 2015.