29 de julio de 2009

¡LLEGARON LOS CANTEROS!

Llegó el invierno. Trato de quererlo, de entenderlo y de convencerme diciendo que de seguro, Diosito lo creó para algo, pero no hay caso che. Extraño el verano, el calor, las calles llenas de gente, las siestas en la pelopincho con los mates y hasta extraño a los mosquitos, con su dengue y todo. Pero bueno, el frío me obligó a meterme adentro un poco y ponerme con esa Tesis, que necesito para recibirme y la verdad me cuesta mucho (en realidad iba a decir “me cuesta un huevo”, pero queda muy mal en un escritor).

El viento me hiela la cara y el sol, pobre, hace lo que puede con sus rayos. Salí a caminar un poco y llegué a la Avenida Savio, que pasando calle De la Nación se llama Avenida Moreno. Así pase de un prócer a otro en unos segundos. Fue allí cuando las vi, ahí estaban, altas y firmes, adornando el camino de asfalto: unas palmeras caribeñas erguidas en el medio de la avenida.

¡Wow! ¿Estoy en Miami? O... ¿borracho?... ¿Yo?.. ¡No! A las dos de la tarde, imposible. Ojo che, el frío te debe estar afectando, o... ¿te habrá agarrado la gripe porcina?.

En fin, para que voy a alargar. Ni borracho, ni gripe porcina, ni fiebre, ni nada que se le parezca. Al municipio se le ocurrió construir unos canteros centrales en la avenida y hasta ahora lo hicieron en dos cuadras (de Pellegrini a Mitre). Parece que el Intendente se quiso perpetuar en algo y ser recordado como el hombre de los canteros.

La verdad no quedaron mal. Al principio no me convencían. Pero ahora que los pintaron de blanco y pusieron luces y plantas, la cosa va cambiando. Y bue... no será Oroño, esa avenida rosarina tan majestuosa, pero algo es algo. Además, seamos realistas, para ser Oroño, le faltan esas chicas universitarias que caminan de acá para allá y eso, no lo podemos solucionar, salvo que contratemos extras.

Cruzando la avenida un hombre muy enojado, me dijo algo. No sé porqué me ven cara de “este me va a escuchar”, pero tuve que escucharlo decir: - ¡Con esto hacían dos casas! ¡Estamos todos locos! Y luego remató, como para decir que provenía de buena fuente: - ¡Ojo! Me lo dijo mi amigo arquitecto.

La aparición de los canteros, así de golpe, me motivaron a escribir algo y a imaginar una charla futura.

- Ché Pá... ¿esos canteros de ahí cuando los hicieron?
- Mirá cuando tenía tu edad no había nada, y papá cruzaba siempre por el medio en vez de ir por la senda peatonal. Pero cómo los nicoleños y los argentinos somos así, mal educados, los construyeron para que crucemos por la senda como corresponde y no terminemos debajo de un camión o un auto.
- ¡Ah! Yo pensé que eran para adornar la Avenida.
- Y...si, si, también para eso, obvio.
- Pero... ¿cuando los hicieron? (mi hijo ya sabe que su padre se va por las ramas y que nunca contesta sólo lo que le preguntan)
- Los construyeron en junio de 2009, cuando se venían las elecciones, y ahí es como que puede suceder cualquier cosa. Magia, como la de Harry Potter, Bailando por un voto o lo que sea.
- ¿Harry qué? ¿Bailando qué? – preguntó mi hijo intrigado. ¡Vos siempre con cosas pasadas de moda Pá!
- ¿No sabés quien fue Tinelli?
- No, pá. No lo dimos en la escuela.
- Menos mal, hijo, menos mal. Yo crecí viendo eso y mirá como quedé. Otro día te cuento bien. Era un programa de tele. Y Harry era un mago que salió de un libro. Volviendo a los canteros, cuando era chico, tu abuelo me contó que había unos canteros enormes con plantas impresionantes, pero después se ensanchó la avenida y bueno, sacaron todo. Luego, pasaron años sin nada, solo baldosas en el medio de la avenida como para dividirla. Y cuando yo tenía 25 años más o menos, llegaron estos canteritos hermosos.
- ¿Y pensaron bien antes de hacerlos?
- Siiiiiiii, por supuesto. Todo se planifica en una ciudad antes de llevarse a cabo. Las palmeras son la especie de la zona, acorde a nuestros climas, hijo mío.
- Y los políticos además de hacer canteros, ¿hacían otras cosas?
- ¡Puf! ¡No sabés! El lema de campaña era NOSOTROS HACEMOS. Así que imagináte, no paraban ni un segundo. En realidad, todos los políticos trabajan todo el día y son gente muy honesta. Jamás tocan nada que no sea de ellos y con los impuestos que les pagamos hacen muchas obras de bien para la comunidad.
- ¡Qué bueno Pá! Así que trabajaban mucho ¡Unos ídolos!.
- Bueno, trabajar... no era la palabra, pero hacían algo que ellos llamaban gestión. Nunca entendí bien que era. Digamos que hacían de todo pero no se sabía bien qué hacían realmente.
- ¡Qué misteriosos!- dijo el niño con cara de intriga y admiración.
- Sí hijo, la política es un misterio, también es un arte (le iba a decir que era el arte de robar pero pobre, tan chico para amargarlo)
- Hacer el bien, un arte, misterio... ¡es como ser un superhéroe!. ¡¡Cuando sea grande voy a ser político papá!!- dijo el niño exultante.
- Qué bueno hijo, qué bueno – le dije con una sonrisa forzada, como para no desanimarlo.


Con esto de los canteros volé, como siempre, con mi alma fantasiosa de escritor. Mirando fijamente esas palmeras en medio de la avenida y riéndome de mí mismo por esa charla futura, seguí caminando contra el viento helado, añorando el verano. De seguro las palmeras también sueñan con el mar, la playa, las chicas, pero pobres, les tocó adornar el medio de la Avenida Savio, en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos.

Esperemos que esa charla exista algún día. Estamos en Argentina, y cuando un gobierno asume destruye lo que hizo el anterior, y todo vuelve a empezar. Y así estamos.

No sé si estos canteros van a durar mucho, pero por ahora, aquí están, llegaron para
nosotros y nuestras generaciones futuras.

5 de julio de 2009

LA VENGANZA DEL CERDO CON GRIPE

Quien iba a pensar. Hace una semana estábamos bombardeados por el tema de las elecciones y toda la parla de los candidatos y su paseo por los medios hasta el hartazgo. Hace una semana volaba por los aires nicoleños la querida avioneta, dale que dale, con el locutor diciendo, Nosotros Hacemos, Vote lista.... y la marcha peronista, taran tan tan, una y otra vez, y Hugo del Carril cantando, como disco rayado, sólo la parte que dice que “los muchachos peronistas, todos unidos triunfaremos”. No me molestaba tanto al principio pero después -que me perdone el Gral. Perón, que en paz descanse- ya me tenía repodrido. Que llegue la veda, decía la gente, así no los escuchamos más. Las calles plagadas de afiches, con rostros de políticos: un día pegaban uno y al día siguiente le chantaban otro encima y así sucesivamente.
Por suerte, la tortura mediática pasó, celebramos la oportunidad única de elegir, y a otra cosa mariposa, o sea, ahora a laburar, pero no sé, porque los políticos hablan mucho y de laburar, ni a palos, pero no pierdo las esperanzas, no es cuestión de caer tan rápido en el pesimismo.

Escribo en domingo, una semana después de haber acudido a las urnas a meter el votito. Estamos todos paralizados, encerrados, pero no porque los políticos nos dan miedo y terror, (aunque algunos son de terror, sí) sino que por primera vez se cambia la frase “la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer” y ahora parece que sí, que la culpa es del chancho, un chancho engripado que estornudó en México y lo hizo tan fuerte que la peste llegó hasta nuestro país.
Nunca imaginé este relato medio tétrico, pero la realidad excede la imaginación. La Argentina está paralizada por la Gripe Porcina, un nuevo virus llamado científicamente Gripe A H1N1. Es el virus de la gripe, pero transformado en uno nuevo y entonces la cosa se complica porque no se sabe bien qué hacer, y hay pánico porque viene causando varias muertes.
Hace unos meses, veíamos esto por la televisión: México, pánico, la gente con barbijos, los noticieros plagados por el tema de la gripe porcina en ese país. Lo mirábamos como espectadores, desde la última butaca: lejos, lejos, acá no va a llegar. Pensamos que era para desviarnos la atención de las elecciones, o del dengue, la enfermedad que padecimos en verano. Ahora que lo pienso mejor, todo esto debe ser una venganza planificada: matamos mosquitos, comemos cerdos y bueno, algún día el mundo animal se tenía que vengar de nosotros.
Y así no sabemos cómo llegó, si en tren, en avión, en barco, pero llegó.. Y está paseando por todas las ciudades, impulsado más aún, por el invierno.
Y acá estamos, tratando de permanecer en casa, con mucho cuidado. Primero se suspendieron las clases. Fueron cerrando uno a uno los establecimientos educativos en los que había casos de Gripe porcina, pero después se avivaron, -siempre tarde- y decretaron el fin de las clases: las aulas están vacías y por un mes no habrá actividad. Luego como la cosa iba empeorando se cerraron también los boliches y lugares de encuentro. Las calles se están vaciando hasta quedar casi desiertas, mientras Crónica TV no para de sumar muertos como un contador de visitas en Internet.
No viene al caso, pero me acabo de acordar del cuento ese que me leía mi vieja cuando era chico, el de los Tres Chanchitos. Y también de la alcancía con forma de chanchito que tuve una vez y no pude aguantar la ansiedad de romperla para sacar las monedas y gastármelas en cualquier cosa.
Se cansó el pobre chancho. Por algo se habrá enojado y por algo habrá estornudado tan fuerte.
Tal vez porque lo hemos maltratado por años diciendo, “¡Qué chancho!” para expresar que alguien es sucio o mal hablado, o “¡Qué gordo cerdo!” para expresar que alguien es desagradable y bien, bien gordo.
Quizá el cerdo, muy astuto, hizo un arreglo económico con los fabricantes de barbijos, alcohol en gel y los laboratorios de medicamentos (siempre hay beneficiados ante una tragedia). Vamo’ 50 y 50, le habría dicho el chancho mexicano a los empresarios.
¿Sobreviviremos a este encierro tipo Gran Hermano? ¿Sobrevivirán los padres a un mes de encierro con sus queridos niños?¿Aguantarán los infieles sin poder ir con sus amantes a los albergues transitorios? ¿Podremos vivir sin boliches? ¿Pasará rápido todo esto? El año pasado, a esta altura la culpa era del campo, y ahora la culpa es del chancho. Te pedimos perdón chancho querido. Por favor, la próxima vez, antes de estornudar avisá. ¿OK?

El chancho engripado nos forzó a la convivencia. Qué Dios nos libre y guarde.