22 de julio de 2008

DOMINGO PORTEÑO (PARTE 2): Bar y River Campeón

La tarde de domingo siguió en el bar. Este es un domingo distinto para mí. Estoy lejos de la tranquilidad de mi ciudad, lejos de mi casa. Un domingo sin mates, sin cansancio de salida bolichera, sin la lectura del diario o de algún libro.
Es domingo, la vida me trajo a Buenos Aires, y aquí estoy en un bar que queda exactamente en la esquina de Lavalle y Maipú.
En este bar- como en todos- hay mesas y sillas con personas que se sientan, armando sus mundos. A diferencia de los bares que frecuento en mi ciudad (San Nicolás) no encuentro caras conocidas; en este bar no tendré que detenerme en un saludo, no escucharé un “hola Martín, qué hacés”. Vivo eso de ser una persona desconocida, real, pero de alguna manera invisible.
La mayoría de las personas apuntamos la mirada hacia el televisor que cuelga de la pared. Torneo Clausura. River 1- Olimpo 0. River pelea el campeonato y puede llegar a gritar campeón luego de cuatro años de sequía.
- Para ser campeón hay que sufrir, dice mi amigo el mendocino. Olimpo pelea el descenso, con Racing, Colón y unos más. Si gana River, y Estudiantes empata o pierde contra Colón, somos campeones - intenta explicarme el otro mendocino.
El mozo, que viste camisa y corbata, trae un tostado y se lo deja a un muchacho en una mesa cercana. De los nervios que tiene no se da cuenta de que un platito con el pedido acaba de aterrizar en su mesa, al lado de una copa con cerveza y una botella verde de Stella Artois, que está por la mitad. El joven se toca los labios, cruza los brazos, mira hacia el televisor, se agarra la cabeza. Nervios de fútbol, ganas de gol.
En este momento, me acuerdo del Negro Fontanarrosa y su pasión por el fútbol. Quien sabe porqué, me vino a la mente. El negro es Rosarino, y estamos en Capital. Seguramente se escapó un ratito del cielo. Qué mejor que un domingo de fútbol para escribir sus historias.
No soy un tipo futbolero, pero en otra época lo fui. Cuando estaba mi hermano en casa, y yo andaba rodeado de pasión, de nervios que se contagian, de puchos encendidos (ni hablar cuando se iba a penales), de El Gráfico, y el TN DEPORTIVO infaltable a la hora del almuerzo.
Y ahí estábamos nosotros, los tres de River, con la mirada y la pasión puestas en 22 jugadores que van detrás de una pelota.
¡Cómo se puede perder ese gol! – se queja uno. El arquero le tapó un golazo al Burrito Ortega. Y a tragarse esas ganas de gritar gol o guardarlas con suerte, para más adelante. UUUUUUUUUUUUUUUU! – se escucha a coro. River se perdió otro gol y se escuchan algunos puños que golpean contra las mesas.
Fin del primer tiempo. Baja la tensión y llega un poco, sólo un poco de relax. La gente en las mesas retoma la charla. Afuera la gente continúa si vida. caminando por la peatonal: no todos giran alrededor de este partido. Esto es cosa de fanáticos y en este caso de River. Los que estaban parados viendo el partido a través del vidrio, allá afuera, retomaron la marcha.
Pasa el colectivo 17, Wilde-Recoleta. Hace un poco de frío.
Mozo, mozo. La cuenta. Nos vamos a caminar. Los mendocinos estaban entre ver el partido o ir hasta el Obelisco, para conocer, y ya se habían decidido.
Y a River todavía le faltaban 45 minutos para gritar campeón.

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El domingo también se nota en Capital. Los pasos son más lentos, no se ven tantos trajes, ni tanto apuro, ni el mar de gente. Bajaron un cambio y se nota.
Nos fuimos del bar, llamado Multibar. Nuestros pasos y nuestras ganas nos llevaron a caminar por la peatonal Lavalle hasta la peatonal Florida. De ahí hasta Corrientes, y luego doblar hacia la 9 de Julio para visitar al amigo Obelisco que aún sigue ahí, como siempre.
Cuando pasábamos por un bar, nos deteníamos a espiar la pantalla de televisión, para ver como iba el partido. La cosa se había complicado, pero todavía no estaba todo dicho. Y después todo pasó muy rápido: la ñata contra el vidrio, un nuevo gol de River, mirar el cronómetro casi hipnotizados y desde la calle, y esperar ansiosos a que el réferi marcara el final. Y por unos minutos, con la victoria de River ya consumada, esperar el resultado del otro partido, para poder gritar por fin un nuevo campeonato.
¿Salió campeón River? – preguntó un transeúnte. ¿Y cómo va? – me preguntó otro.
Mirá, para vos bosterita, le dijo un hombre a su mujer. Eso es ser campeón - le agregó en tono de gastada. Y siguieron caminando. Mientras la hinchada gritaba y cantaba DALE CAMPEON.
Y mientras nosotros nos alejábamos caminando, porque en un rato salían los micros desde la terminal, el monumental estallaba de alegría, de pasión y de delirio, que sólo el fútbol sabe despertar.
Y son postales, postales inolvidables para el recuerdo, dijo el mendocino. Y yo le hice un gesto de que tenía razón. Mucha razón.
(08 de junio 2008)

3 comentarios:

Ignacio García dijo...

pero si, seguís ahí... con esa original forma de ponerle arte a las letras y dejar una obra atrapante, describiendo esas simples cosas que todos solemos ver en algún momento pero que se esfuman hasta revivir en tus relatos, que más, inspirador, le ponés a la vida ese toque de glamour, un abazo! nachin.-

Unknown dijo...

Martin: he redescubierto mi ciudad y la tuya San Nicolás con tus escritos¡¡¡ fabulosos!!!, te dejo mi mail asi podemos compartir cosas.No has hablado del ombú. Tengo 60 años y fue una referencia para ir a las quintas.Catalina

david_ros dijo...

martin como amante del futbol no queria dejar d poner mi opinion m gusto mucho porq juntaste varias cosas q m ponen nostalgico q son erl futbol y mi querida bs as q deje hace un tiempo atras...y ademas la facilidad d contar tan bien estas historias cotidianas a las q m he acostumbrado a leer ...lastima q seas d river jaja
un abrazo grande
david