2 de junio de 2008

LA SALA DE ESPERA

Llegué. 19:25. Sala de espera de un instituto médico privado. Tengo turno para las 19.30. ¿Apellido? – pregunta la secretaria mientras recorre una a una sus anotaciones en esa agenda que parece un caos, pero que para ella resulta pan comido.
Goyeski le digo, y busca. Ah...sí.. ¡el difícil!, me dice. Y si, me tiraron con todo el abecedario, le digo.
Saco el carnet de la obra social. Se lo doy. Firma y fecha.
Me siento en una de las sillas esas que están unidas unas a otras. Siempre me pregunté porqué será, si tendrán miedo a que se las roben, o si será para mantener el orden o si será para que nos sintamos todos unidos en este duro oficio de esperar.
Esperar, paciencia, acá somos todos pacientes, no queda otra. Una puerta al lado de la otra, a lo largo de la pared y de un pasillo: consultorios. Detrás de cada puerta, un médico.
De la pared cuelgan cuadros, uno próximo al otro. La mayoría de ellos muestran paisajes de mi ciudad y arriesgo que son de un pintor nicoleño. Más al fondo, colgaron uno que muestra una gran canoa en medio de un lago. Y también hay uno más pequeño, muy conocido y surrealista, que muestra unos relojes derretidos.
Hay un mostrador. Detrás de él se ubica la secretaria, ese ser multifunción con dieciocho brazos que navega entre papeles, atiende el teléfono, media entre los pacientes y el médico, defiende, pelea, saluda, en fin, da la cara, recibiendo golpes de palabras y algún que otro gesto amable cada tanto. También te invita a esperar. Es la recepcionista en este hotel reparador de la salud.
Allí, detrás de ella, en la pared, hay un gran reloj haciendo lo que mejor le sale: marcar horas, minutos y segundos. Yo lo miro, cada tanto, para masoquearme y comprobar que ya son casi las 20 hs y los turnos nunca se cumplen.
Por suerte hoy no está presente esa raza entrometida que viene a vender remedios, llamados visitadores médicos. Sé que es su trabajo, pero, porque no vienen en otro momento...¿no?
Gente que llega, gente que se va. Turnos.
Mi médico (que en realidad es el de todos, pero no sé porque uno dice Mi) está en el consultorio 8. Los pacientes esperan. Un hombre lee una revista. Una mujer de unos 30 y pico abre su celular con tapita, contesta mensajes, lo cierra, recibe mensaje, abre el cel, lee, cierra nuevamente. Luego una llamada. Atiende. Habla. Mientras tanto las puertas se abren y los doctores van tirando apellidos uno a uno, turno a turno.
Hay un movimiento continuo como en todo lugar de paso. Desde acá sentado, parece una obra de teatro donde alguien entra en escena y sale rápidamente. Y la gran protagonista, la figura inamovible, estelar, es la secretaria. No es por desprestigiar a los profesionales de la medicina, pero en esta obra que estoy viendo, los médicos están detrás de escena, detrás de las puertas, recibiendo a esas personas llamadas pacientes que esperan impacientes.
Los encuentros casuales también suceden en la sala de espera. Hola Sandra ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo che! ¿Qué contás? El teléfono suena y suena y se ha transformado en una música de fondo incesante.
Instituto.... dice la secretaria al teléfono y con esa palabra evita decir, Hola, muy buenas, diga, se ha comunicado con el instituto tal ¿qué desea?
Cuando apenas me había sentado en la silla, antes de ver todo esto, un amigo me mandó un mensaje que decía: “escribí para el blog sobre la sala de espera, porfa”. Y ahí nomás agarré el celular y por primera vez me puse a escribir en él, a tomar notas, de lo que luego sería un texto, al que llamaría, LA SALA DE ESPERA.
La vida es así, una gran sala de espera. Uno se la pasa esperando: esperar la felicidad, esperar para cumplir los sueños, esperar para alcanzar las metas y mientras tanto vivir, lograr que te den un turno, esperar a que alguien nos atienda, esperar sentados o a veces parados a que se abra una puerta y que alguien nos diga: Contame.. ¿qué anda pasando?
¿No soñás con ese teléfono? - le había preguntado a la secretaria mientras le firmaba el bono. Quise ser original, como para no repetir el tan gastado, ¡qué frío!. El clima es la vedette de los temas en los lugares de paso. También el país. Por estos días, el tema del gobierno vs. campo, las retenciones K, la novela política del momento, con Cristina y Néstor K, De Angelis y la Federación Agraria como los protagonistas.
Y también la otra novela, la del espectáculo, la que crea Jorgito y los intrusos profesionales de siempre. La del momento se trata de un hombre con sobrepeso y su ex, una que baila en un programa, una rubia platinada, una más entre tantas que andan en la tevé y ya me las confundo a todas ¿A ninguna se le ocurrió teñirse de morocho? Son tan lindas las morochas argentinas. O por ahí regalan esa tintura en alguna esquina y yo no me enteré. En fin, me volé. La sala de espera también sirve para volar.
Y no es que yo le dé fin al vuelo mental. Pasó que la puerta se abrió, el Dr. cantó mi apellido y con eso volví a la realidad. Y antes del Hola Dr, y todo eso que vendrá, aprieto la función “Memorizar” de mi celular. No vaya a ser que todo esto se me borre y no lo pueda pasar al blog. Me pongo de pie y paso a la otra obra: el consultorio. En esta, tengo un papel importante.

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