5 de febrero de 2012

AMAR DEL PLATA


Quiero poder atraparlo todo en este texto. El sol brillante del amanecer, mientras voy en el taxi que tomé en la terminal y me lleva a destino. El cielo, tan limpio, tan inmenso, tan celeste. Quiero atrapar toda mi emoción y esa exaltación que experimenta mi alma, ya al divisar  el mar a lo lejos.
Hay cosas – la mayoría, en realidad - que con el tiempo cambian. Pero hay otras que no. O mejor dicho, el tiempo pasa, si,  pero los sentimientos son los mismos, están allí, en algún lugar, y son para siempre. Se pueden revivir los sentimientos, esos estados de alegría máxima, de sorpresa, de ilusión, de ganas de vivir, de felicidad. Las brasas de los recuerdos están esperando en el corazón, y regresar hace que vuelva a encenderse el fuego.
Amo Mar del Plata y lo tenía que decir. Mejor dicho lo tenía que escribir, para que lo sepan todos, de esta vez y para siempre..
La última vez llegué temprano, por la mañana. Pero la última vez es todas las veces. Mi cabeza está llena de imágenes que reviven en el momento mágico en que vuelvo a pararme frente al mar:  y veo un niño ansioso por conocer el mar y sus olas. Va acompañado por papá y mamá. Está hipnotizado frente al mar, cuando de repente una ola lo envuelve bruscamente, lo tumba y lo deja tirado en la orilla. Así descubre la fuerza y el poder del mar. Otra imagen es la de un adolescente, con sus ganas incontenibles de viajar, de descubrir. Llega a la playa y junto a sus amigos se divierten como nunca antes. Después conocen y conquistan la noche marplatense. En grupo dan rienda suelta a la diversión y a la aventura por la ciudad a la que todos llaman feliz. Después, aparece un escritor joven, de unos veinticinco años de edad. Llegó con la idea loca de ofrecer sus libros en un stand de la feria del Hotel Provincial. Y la cumplió. Sólo había que desearlo con mucha fuerza y buscarlo... y sintió que el paraíso y la perfección existían en esa comunión perfecta de libros y mar.
Me encanta, me gusta, me fascina, me llena de energía Mar del Plata. Pero la frase justa, la irreemplazable es Yo Amo a Mar del Plata. No sólo amo el mar con su oleaje poderoso e interminable, no sólo amo la paz que me da estar frente al mar. Amo ver los edificios imponentes, y a su gente que emana felicidad y la contagia. ¡Qué bien lleva puesto el sobrenombre de “la feliz”!. Amo ese viento loco, que luego se calma pero cuando quiere vuelve a empezar. Como los días en los que aparece la lluvia y al poco tiempo sale el sol. En Mardel todo cambia todo el tiempo. Y eso me gusta, porque yo soy así, un poco loco como el viento, un poco loco como Mardel.
En plena temporada la ciudad recibe y también soporta a la multitud. Luego, cuando todo pasa, la muchedumbre desaparece de la ciudad, llevándose la felicidad a sus hogares y dejando una sensación de paz y alegría de turista desparramada por el aire. El perfume de la felicidad se siente en el aire de Mar del Plata. Esa paz única, fuera de la temporada, sería imposible, sin ese ruido explosivo veraniego, sin esa multitud descontrolada de segunda quincena de enero. De los grandes contrastes nacen las cosas perfectas. Eso también es armonía.
Una vez alguien me ayudó a definir mi sentir: me dijo, que mi cara ante el mar, era de devoción. El mar me golpea en el alma, me trae lo mejor del mundo y de mi mundo y se lleva mis pesares, mis confusiones, dejando limpias las orillas de mis pensamientos. Y vuelvo a casa sintiendo que soy la arena de una playa que aún no ha sido caminada. Regreso sin huellas, ansiando las nuevas huellas del porvenir.
¡Cómo no amar el mar!¡Si llevo el mar en mi propio nombre! Será por eso que lo quiero tanto.
Estoy por terminar este recorrido de palabras, y voy a jugar libremente. Mar del Plata es playa, es mar, es noche, es juventud exaltada. Es sueños, es felicidad. Mardel es los jubilados descansando tomando mates y jugando a las cartas. Es la gente fumando como loca en el casino mientras la ruleta gira sin parar. Es la peatonal San Martín, llena de negocios y de gente que camina, es comerse un alfajor Havanna. Es la gente que no para de sacarse fotos en esos dos lobos marinos de cemento inmóvil. Es los turistas pero también los que viven todo el año, y nos prestan la ciudad por un ratito, para ser felices. Es también los que cultivan en el muelle, el arte de pescar.
Es todos los boliches, templos de culto a la diversión. Los de Constitución o los bares de la gloriosa calle Alem. Mardel es ser top en calle Guemes caminando entre coches de lujo. Y también es la popular y famosa Bristol. Es la temporada llena de famosos de la tele en los teatros. Es la gente esperando autógrafos y los adictos a las cámaras de fotos digitales capturafamosos y estrellas del firmamento del espectáculo.

Es el mar golpeando contra las rocas como una danza perfecta, es la chica esa que vi sola frente al mar, sentada en la escollera, con la mirada perdida en el horizonte. Es la ciudad de los enamorados que caminan de la mano por la playa y dibujan corazones en la arena. Es una porción de postre Balcarce y unos ricos pescados en el Puerto.

Quiero abarcarlo todo, pero es imposible. Mi todo, dejará algo afuera, seguramente. Todo lo demás tendrás que experimentarlo. De las palabras a las cosas.
  
Hay lugar para todos en la ciudad del mar. Todos son bienvenidos a la ciudad feliz. Cómo no va a ser feliz, si todo el mundo llega para ser feliz. Y la estela de la felicidad está flotando en el aire, siempre, como el más exquisito de los perfumes.

Y ese aroma se apodera del alma y dan ganas de vivir, de ser, de soñar.

En Mar del Plata dan ganas de más.

* comencé a escribirlo alguna vez, allá lejos y se fue armando de a poco. Se terminó la madrugada del 11 de enero de 2012.

2 comentarios:

Vanee dijo...

Me encanto! Debe ser porque comparto eso de AMAR esta ciudad.. Y es cierto que no seria lo mismo sin nuestras temporadas llenas de turistas. El año que viene tiene que venirse todo San Nicolas a vivir esto que contas aca, y contame como guia jaja. El mejor de los éxitos!

Fernando Jerkovich dijo...

eso es lo que sentí la vez que vine a mar del plata para quedarme: que el mar podía sacarme de la rutina y “dejar limpia las orillas de mis pensamientos”. ese “regreso sin huellas” del mar hace la cuidad inagotable. muy mística la imagen de la chica mirando al mar, salvando los lugares comunes.
que sigan los textos en el blog!, avisá por face porque perdimos la costumbre de revisarlo jajaj
un gran abrazo,
fernando