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La
inclusión debe ser tomada como el único camino posible para una Argentina mejor.
Nadie es dueño de la inclusión y por esto nos corresponde a todos, depende de todos.
El foco
de discusión debe estar puesto en el cómo la logramos y en evaluar cómo se
estuvo logrando a lo largo de nuestra historia como país, para poder proyectar
mejor. El futuro no nos pide perder el tiempo debatiendo si la inclusión es
buena o mala: nos exige encontrar mejores respuestas a cómo lograrla.
Sí,
debemos aceptar y ser sinceros en algo: incluir nos cuesta, nos obliga a
reconocer al otro diferente, a encontrarnos con otra realidad, a salir de nuestra “burbuja”,
de nuestra comodidad. No es algo fácil ni sencillo, pero lo argentinos tenemos un
gran motor para lograr la inclusión y es la solidaridad. Es ella uno de los
valores más importantes que tenemos y debemos cuidarla y estar orgullosos.
Por
otra parte, es muy notorio el enojo de algunas personas ante la inclusión; pero
el enojo es con la forma, con los métodos, no con la inclusión en sí misma.
¿Y qué tiene que ver la inclusión con la
paz?
Nunca
alcanzaremos la paz o la amistad social si hay excluidos. Porque la exclusión
anula a las personas, las deja sin oportunidades, las aísla y eso aumenta el
odio. Y el odio es el principal motor para la violencia.
Entonces,
si no nos cuestionamos el verdadero origen de lo que está pasando, nos quedamos
viendo el final, la noticia final, la tragedia final. Nos horrorizamos ante la
muerte, nos apenamos y angustiamos, pero después la vida sigue su curso, como
si nada hubiera pasado realmente.
Cuando
pedimos seguridad deberíamos pedir menos excluidos. Cuando pedimos seguridad
deberíamos pedir más paz.
¿Por
qué hay tanta violencia? Las cosas no ocurren porque sí. Tampoco se solucionan
poniendo un policía por persona para que nos cuide. Deberíamos ir mucho más allá
y analizar profundamente: alguien violento está pidiendo que lo miren. Nos dice
“acá estoy”, nos pide a gritos “quiero que me quieran”, “quiero que me tengan
en cuenta”.
Algunos interrogantes
Finalizo
con muchos interrogantes; pero eso está bueno creo. Preguntarnos cosas y
evaluar, es una buena manera de crecer.
Nuestro
desafío, hoy, es responder juntos y unidos en nuestras diferencias: ¿cómo seguimos? ¿Cómo logramos la
inclusión? ¿Son buenas las formas de inclusión de los últimos años? ¿Qué cosas
positivas y negativas nos han dejado? ¿Qué tenemos que corregir? ¿Qué tenemos
que incorporar? ¿Cómo llevamos a la práctica la inclusión en nuestra propia vida?
Por
último, una pregunta a los gobernantes que vengan: ¿cómo seguirán y seguiremos construyendo una mejor inclusión para todos?
La inclusión siempre
es buena más allá de quien la proponga. Es el camino
que debemos seguir transitando para un país mejor y que nos incluya verdaderamente
a todos.
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