“Para llevar adelante
una familia es necesario usar tres palabras: permiso, gracias, y perdón.” Papa
Francisco
A lo largo de mi vida he conocido muchas familias. Realidades
distintas y mundos distintos. Comprobé que las familias más unidas y en las que
se respiraba “un buen aire”, eran aquellas en las que el diálogo era
primordial. Se decían todo con sinceridad, con franqueza y hasta con dureza a
veces, pero navegando siempre juntos entre momentos buenos y malos.
El diálogo es algo fundamental, y la capacidad de hablar es inherente
al ser humano. Hablando se entiende la gente y también la familia. Transmitir a
nuestros seres queridos lo que pensamos y sentimos, nos ayudará a sentirnos
sostenidos en los momentos más difíciles. La familia debe ser el sostén
esencial porque en ella están todas las respuestas a nuestros interrogantes,
porque es allí de dónde venimos y en
dónde escribimos nuestra historia.
Todos soñamos con una familia ideal, pero es bueno aceptar la
realidad que nos toca y construir desde allí. Sea cual sea la realidad familiar
no podrá funcionar sin diálogo, que por supuesto estará basado en el amor y el
respeto mutuo. Todos los integrantes de la familia deben asegurar y buscar la
buena convivencia y la felicidad común. Con estas cosas en claro, nada los detendrá.
Todo cambia todo el tiempo, incluso la familia y cada unos
de sus integrantes. El desafío es mantenernos unidos y que la familia sea lo
primero, a pesar de todo. Será un barco que navegue contra vientos y tormentas,
superando los obstáculos en un mundo lleno de cosas que destruyen, lleno de
individualismo, lleno de tecnología creada para conectar pero que individualiza
cada vez más y aleja del diálogo verdadero.
Todo se puede construir a base de diálogo para mejorar y
crecer, compartiendo los que nos pasa, día tras día. Porque todos en definitiva, queremos una buena
familia y estar orgullosos de ella.
MI COLUMNA ENFOQUE JOVEN. En Periódico Diálogo. Edición Nº 235. Noviembre 2014.
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