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CHARLES BAUDELAIRE
Llego, me detengo y casi se me quita la respiración ante semejante inmensidad. Frente a mis ojos, el mar inmenso, una historia de agua sinfín, que se funde con el cielo allá en el lejano horizonte.
El mar va desatando y liberando mis sentidos. El viento me acaricia la cara y me envuelve el cuerpo, la vista no me alcanza, el olor a sal me invade poco a poco, al igual que el acontecer mágico de las olas.
Cinco sentidos tengo, cinco modos de vivir, de sentir. El mar me recuerda que soy un ser y que soy humano. Ser de esta tierra infinita, llena de sol, de luna, y de estrellas que resplandecen en el firmamento.
La inmensidad libera, y a la vez me recuerda quien soy: un grano de arena, una simple migaja de pan en el viento.
El mar despierta en mí una devoción inexplicable, inabordable a través de las palabras: aunque de todos modos, una y otra vez, intente atraparlo todo en un papel, las sensaciones me exceden, se escapan en cada ola, se vuelan con las gaviotas.
El mar me conecta con mi alma. O tal vez mi alma le pertenezca y la recupere de a ratos, cada vez que me detengo frente a él. ¿Será por eso que siento tanta paz ante ti, querido mar?
Sí. Mi alma le pertenece y me la trae el viento. Estoy en paz
Dejo el alma cada día, en cada cosa que hago, en cada minuto que vivo. Y aquí y ahora, frente al mar, he descubierto, a dónde está mi alma.
Corre con el río, fluye hacia el mar, y ahora, aquí, de pie, vengo a recuperarla en intermitentes ráfagas de paz.
10/12/2008
MDP
El mar va desatando y liberando mis sentidos. El viento me acaricia la cara y me envuelve el cuerpo, la vista no me alcanza, el olor a sal me invade poco a poco, al igual que el acontecer mágico de las olas.
Cinco sentidos tengo, cinco modos de vivir, de sentir. El mar me recuerda que soy un ser y que soy humano. Ser de esta tierra infinita, llena de sol, de luna, y de estrellas que resplandecen en el firmamento.
La inmensidad libera, y a la vez me recuerda quien soy: un grano de arena, una simple migaja de pan en el viento.
El mar despierta en mí una devoción inexplicable, inabordable a través de las palabras: aunque de todos modos, una y otra vez, intente atraparlo todo en un papel, las sensaciones me exceden, se escapan en cada ola, se vuelan con las gaviotas.
El mar me conecta con mi alma. O tal vez mi alma le pertenezca y la recupere de a ratos, cada vez que me detengo frente a él. ¿Será por eso que siento tanta paz ante ti, querido mar?
Sí. Mi alma le pertenece y me la trae el viento. Estoy en paz
Dejo el alma cada día, en cada cosa que hago, en cada minuto que vivo. Y aquí y ahora, frente al mar, he descubierto, a dónde está mi alma.
Corre con el río, fluye hacia el mar, y ahora, aquí, de pie, vengo a recuperarla en intermitentes ráfagas de paz.
10/12/2008
MDP
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