De repente, las ganas de
escribir me toman por sorpresa y se apoderan de mí. Terminal de ómnibus,
subiendo al micro que me lleva de regreso.
Rosario: nunca había escrito
sobre vos. Fuiste y sos una amiga querida y siempre presente, y parece que
llegó el momento.
A Rosario me traían al
médico cuando era chico. Siempre estuvo esa idea de que hay mejores
profesionales para ciertos temas. También Rosario es la repuesta (o intenta
serlo) a muchos interrogantes adolescentes, sobre todo porque muchos venimos
acá, y elegimos una carrera para nuestro futuro.
Y el futuro... ¡ya llegó! Es
hoy, porque el 2013 me encuentra recibido. Por fin, digo. Costó pero… ¡llegaste!
– me dice la voz interior que durante años me decía ¡Hacé la tesis! ¡Hacé la
tesis!¡Terminá!¡Recibite!
Hoy el otoño me regaló un
día cálido de sol, de esos que arrancan con campera y a lo largo del día te vas
sacando ropa hasta quedar en mangas cortas. Caminé toda la peatonal Córdoba,
entre las vidrieras que intentan tentarme, pero pocas veces lo logran.
Me di, si, un baño de
libros, de esos mundos escritos entre dos tapas, que me atraen hacia
sus historias. Al mediodía se suman a la peatonal los alumnos de los colegios, que llegan
para colapsar los MC Donalds y si no hay lugar van por descarte a comer a otro
lado.
Caminé toda la tarde entre
la gente, visité las librerías que hay muchas y muy lindas y diferentes. En una
me detuve ante “El libro de los abrazos". No lo leí aún pero me encanta ese título. ¿Morirá el libro? – volví preguntarme una vez más. No lo sé… tal vez… pero si de
algo estoy seguro, es que la gente seguirá teniendo el deseo de verse reflejada en el
espejo de las historias contadas por otros. Ya sean, libros, canciones, televisión o
en las pantallas múltiples.
Hacía mucho que no escribía
a mano en un cuadernito, como ahora, arriba de un micro. No pude aguantar hasta
llegar a casa. Estoy en un micro amarillo que me lleva hasta San Nicolás; es
bastante cómodo y hasta diría lujoso, comparado con los recuerdos que tengo de
los colectivos de la empresa Tirsa,(que Dios la tenga en su santa gloria). Eso sí era una aventura de riesgo: te
subías a uno y empezabas a rezar de que no se rompiera en el camino.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfN_WY53HMpjDrJPo0SRN56DQ38RfBvNAvNuA32h2pSHSIt9r0KyDm3YjI2hFhq79uaTSrRqcvvPEwT6k-bSQozzoCnVb7MaOtdhRXVOKU3sKyRU9uDr11HvE4rkO0RjTJ08v1f5EFleU/s400/rosario+a%C3%A9rea.jpg)
Los
rosarinos tienen ese amor por Rosario que los nicoleños no tenemos por San Nicolás. ¡Qué linda
está Rosario! – decía un actor en una publicidad hace unos años. También tienen
una canal de TV llamado Somos Rosario. Y las repetidoras de canal 13 y Telefé
tienen todas el sello propio rosarino. Nada de andar dejando que les roben la
identidad.
¿Y San Nicolás? No sé qué decir. Nacimos como
ciudad de paso – dijo un profe de geografía en una clase, cuando iba al secundario.
Caminar por Rosario es ver
muchas caras de nicoleños de paso, estudiantes algunos y otros que ya decidieron quedarse.
Levanto la vista mientras
escribo y ya estamos pasando por el Parque Independencia. El gusano loco aún
está ahí en el parque de diversiones, y creo que es el mismo en el que me
divertí tanto cuando era chico y me trajeron mis padres.
No puedo evitar que suene en
mi cabeza la voz de Fito con su “cerca, Rosario siempre estuvo cerca”. Yo diría
ahora que Rosario siempre estuvo, siempre, en mi vida, y no me había dado
cuenta que era para tanto. Hasta hoy.
Hace como un año vine a pasear
por las librerías y la dueña de una me explicó el problema con el Negro
Fontanarrosa… no lo estaban editando porque había problemas con los derechos y
su familia, o algo así. Hoy ya está reeditado y estuve mirando sus libros con
tapas de llamativos y diferentes colores y con ilustraciones de distintos
humoristas gráficos de Argentina.
A Rosario, muchos nicoleños
vienen al shopping o al cine. Estoy
pensando que, desde hace unos meses, no tenemos más cine en San Nicolás, pero
parece que nadie se dio cuenta, porque nadie lo lamentó o sí, pero no lo dicen.
El haberme recibido, el
haber finalizado mi etapa con la
UNR , y mi relación con “la Siberia ”, me hace sentir que todo vuelve a
empezar. Durante años tuve ese pendiente que era, terminar la tesis.
El título lo logré a los 30…
hoy por hoy no tengo mucho dinero, pero estoy contento porque amo la carrera
que elegí, porque amo comunicar.
Mientras escribo me voy
dando cuenta de que tengo muchísimos recuerdos por esta ciudad que voy dejando
de a poco.
Caminando con mis padres,
viendo vidrieras, subiendo las mágicas escaleras mecánicas de la tienda la Favorita (hoy Falabella).
Viniendo de consulta a los médicos y especialistas a buscar respuestas. Anotándome en la Facu soñando con ser
comunicador social. Todavía recuerdo el 2001, cuando ingresé a la Facultad.¡Qué año
para ingresar!... pero sobreviví. A todo. Al recorte del 13% a mi viejo
jubilado que casi me hace tambalear, a los paros constantes, a ese diciembre en
el que sentí que todo terminaba, que este no era más mi país. Llegué para rendir y la facultad estuvo cerrada por varios días porque había incertidumbre y la palabra “saqueos” sonaba a película de terror.
Mucho me decían "andate, vos que podés, que tenés parientes en Italia". Parecía que Europa era la solución. Pero por suerte me quedé y resistí. Y acá estoy.
Rosario también me regaló
grandes noches, salidas geniales con amigos de la facultad y con los amigos de
San Nicolás con los que vine para ver otra cosa, algo nuevo, otro aire.
Para tomar este micro en el que ahora escribo, llegué a
Rosario siempre estuvo y se
merecía que escriba sobre ella o mejor dicho sobre ella conmigo.
El colectivo avanza, y
pasamos por el Casino, con sus luces multicolores, que espera a la gente un
poco loca y fanática de las apuestas y las maquinitas, la gente que sueña con
ganar mucha platita que le cambie la vida.
18.32 dice mi celular.
Circunvalación está cerrada por reformas. Reviso mi billetera y veo la nueva
tarjeta plástica para andar en colectivo en Rosario… dice grande, Yo amo a
Rosario, con el dibujo de un corazón.
Y vuelvo a pensar en si será
tan así, que los rosarinos aman su ciudad. Parece que sí y que los nicoleños
tenemos mucho por andar hasta poder decir eso mismo en nuestra ciudad. O tal
vez tendríamos que ir todos a terapia, para levantar la autoestima y ver las
cosas con otra mirada.
Yo amo a San Nicolás y puedo
decirlo. Por eso vuelvo, por eso me quedo, por eso no me voy. La gran cruz de
color blanco con luces, en el ITEC me avisará en una hora que estoy de nuevo en
casa.
Cierro el cuaderno y lo guardo en mi bolso junto con la birome negra.
El micro sigue desandando el
camino hacia mi ciudad, San Nicolás. Me duermo pensando. Rosario, siempre
estuvo…